Violencia machista. Mirar para otro lado.


¿Por qué nos cansa tanto oír sobre la violencia machista? ¿Nos cansaba igual el terrorismo de ETA? ¿Qué sensación teníamos con el recuento de muertos por accidente de tráfico? ¿Quién no se hartó de contar muertes por la Covid? ¿Qué nos pasa?

Cuando agotas la percepción del receptor es que el emisor está haciendo algo mal. Quizá no se trate de saturar de información sobre un asunto, si no seleccionar con maestría el Qué y el Cuándo.

Ningún ser normal, ni siquiera medio malo, se puede alegrar del asesinato de una mujer. Sin embargo, sí parece que les resulte indiferente. Es como si desde el lado del informador se oyera resbalar la noticia en el receptor como resbala el agua en una pendiente. Ni siquiera se posa, al contrario, parece que molesta. Es como si oyeras el pensamiento del lector. “Otra vez con esto”.

Eso tiene un nombre. Es sencillo. Lo que está sucediendo es que la empatía la administramos a sorbos. No es que la gente carezca de ella, es que hay demasiadas causas para empatizar y debe haber un impulso ancestral que focaliza nuestra atención en aquellos asuntos que sentimos como amenaza cercana.

De manera que, aquel hombre o mujer que cree estar a salvo de la violencia machista, pasará página rápidamente. No lo siente como amenaza. No le incumbe. Eso les pasa a otros. Está mal, es un horror, claro que sí, pero su esfuerzo y su atención está en otras cosas.

Y de este espacio en blanco que deja cada individuo, que se cuentan por cientos de miles, quizá millones, se aprovecha el agresor.

Entendamos algo de una vez por todas. Entre un agresor y un agredido hay que posicionarse. Si eliges indiferencia estás al lado del primero, le haces más fuerte. Si eliges actuar frente a la agresión, estarás en el bando correcto. No hay dudas en esto. En todos los ámbitos de la vida. Callar, mirar para otro lado, decir que no es asunto tuyo, que no te incumbe, es agredir. Por omisión se es también corresponsable de un hecho. Eres dueño de tus silencios, pero lo que haces con ellos te identifica, te define. Igual que con tus palabras.

Hoy leía a Isabel Valdés, periodista de El País especializada en asuntos de género, dar una clase magistral sobre cómo informar en los casos de violencia machista. Una mujer no fallece. A una mujer la matan. Si el agresor ha sido detenido se dice con claridad en el titular. Se constata que es un crimen. Y así se pone el foco en el agresor.

Es imperdonable que cada caso de asesinato machista se politice, se aproveche para tirárselo a la cara a un político o a un partido. Es deleznable cuando son las propias mujeres las que no quieren entender qué es el feminismo. No se han enterado todavía que el feminismo es igualdad. Que decir “esas feministas” con desprecio es lo mismo que decir “me parece bien que me traten como un ser inferior”.

Aquellos que piensan que el maltrato y la violencia machista pasa en otras familias, despierten. Rara será la mujer a la que no han intentado manosear en el Metro, a la que no han tratado con condescendencia, a la que no le han afeado en algún momento de su vida que no fuera la esposa perfecta. Asco.

Pero si ya olvidaron todos esos malos ratos, piensen en sus hijas, en las nuevas generaciones. Sepan que en los colegios e institutos muchas niñas creen que la invasión de su intimidad por los chicos “es normal”, que mola que el novio sea “un poco celoso”, que “son cosas de chicos”, que “les gustan malotes”. Sepan, que son carne de maltrato. Que si eso es lo que les han enseñado o lo que ven en casa lo van a perpetuar. Piensen lo que están dando a entender a sus hijas y a sus hijos.

Inviten a todas las niñas y a las jóvenes a decir alto y claro, cada día y ante cualquiera:

“Yo, por ser mujer, tengo los mismos derechos y deberes que tú, por ser hombre”

“Yo te mandaré a la mierda y para siempre si tú tocas mi móvil, si me insultas, si me faltas al respeto, si me haces de menos”

“Yo solo aceptaré un hombre, una pareja, que me haga sentir bien todos los días de mi vida”

Niñas. Jóvenes. Mujeres:

Repetid, sentid, valorad y creed en el YO. Nadie está por encima de vosotras. No permitáis que invadan vuestra intimidad ni vuestra autoestima. Examinad bien, tened buen ojo, sed exigentes con los hombres a los que prestáis atención. La mayoría de ellos son maravillosos, lo sé muy bien. Pero algunos son el mismo demonio.

Y a aquellas personas que seguís calladas, indiferentes, pensando que no es asunto vuestro cuando presenciáis el maltrato de un hombre a una mujer, algo de culpa tenéis. Dormid con eso, cabrones.


Una respuesta a “Violencia machista. Mirar para otro lado.”

  1. Todos tus artículos son buenísimos.
    De todas formas, lo primero sería saber quién dice que nos cansa oír hablar de la violencia machista? No, lo que cansa es que no se trate igual cuando es una mujer (hoy otra ha intentado envenenar a sus hijos en Baracaldo). Lo que indigna es que desde el Ministerio de Igualdad se dediquen a gastar el dinero a manos llenas en anuncios y viajes de sus altos cargos y se las den de las ultra protectoras de la mujer y, no hayan conseguido nada. Sí, sacar una ley que está reduciendo penas y poniendo en la calle a maltratadores…Esto es lo que cansa. Y no el oír hablar de la violencia machista. Porque a todos los ciudadanos de bien nos espanta.
    Y, en relación a los adolescentes, habrá que hacer una reflexión sobre lo que estamos haciendo mal. Con los chicos y con las chicas…
    Ah! Y yo tengo un varón y no quiero que se le demonice ni por ser hombre, ni por nada. Que, repito, también hay mucha cabrona por ahí.
    Quizá habría que empezar por entender que somos personas. Y punto.
    Y, respetar a todos. Al que quiere y al que no pronunciarse. Dejemos vivir en libertad. Que podamos elegir. Que eduquemos y trabajemos en ello.
    Y, por cierto, no es comparable al terrorismo de ETA.

Me gustaría saber tu opinión

Blog at WordPress.com.

Descubre más desde YOLANDA BERLANGA MARTÍNEZ

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo