¿Taxi o VTC? Ambos


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Recuerdo, hará más de diez años, la única carnicería que existía en cierta comarca manchega. Se compraban riquísimos corderos lechales, pero el cliente para ser atendido tenía que esperar a que el carnicero terminara su partida de cartas. Aquel día, primera y última vez que fui, habría unas 10 o 12 personas esperando, algunas sentadas en cochambrosas sillas arrinconadas, otras aguantando de pie estoicamente, todas frente al expositor. ¿Qué pasa, dónde está el carnicero?. Está terminando de jugar en el bar de al lado. ¡¡¿Cómo?!! Ya sabía él, como buen tirano, que toda aquella gente perdería su tiempo y su energía en esperar a que él hiciera lo que le saliera de los …

Hace unos tres años el pequeño tirano tuvo que dejar las partidas de cartas para sus ratos libres porque en el pueblo de al lado había surgido otra carnicería con igual género y mejor servicio.

Tachán!!! Gracias competencia, gracias por mejorar la vida del consumidor.

Es indiscutible que la competencia es absolutamente necesaria para aumentar la calidad del servicio al ciudadano. Cualquier regulación debe ir dirigida a beneficiar al consumidor, asegurar las mismas reglas del juego para todos los operadores y facilitar la innovación en el negocio. La vida está repleta de ejemplos.

De modo que cuando veo al sector del taxi, al que le tengo un profundo respeto, cómo intenta expulsar del mercado de la movilidad urbana a los VTC, se me viene a la cabeza aquella imagen del indolente jugador de cartas y de la abandonada y resignada clientela.

Soy testigo de cómo ha mejorado el servicio del taxi en los últimos años. Recuerdo con horror algunas experiencias desagradables, de vehículos en malas condiciones y taxistas mal educados y poco aseados. La escalada hacia donde están ahora, que rara vez les puedo poner un pero en el servicio que prestan, ha sido vertiginosa y extraordinaria. Y solo se debe a un factor, como en aquella carnicería manchega. A la competencia. La entrada en el mercado de los VTC.

De repente, como sucede en cualquier servicio público o privado, la amenaza de la entrada de otro operador que pueda prestar mejor servicio que tú, hace que espabiles y reflexiones sobre por qué el ciudadano prefiere al otro y no a ti.

Hablando en aquel entonces con algunos taxistas, me comentaban que muchos lo habían entendido. Les costó, porque la mayoría tiene querencia a su zona de confort, pero imagino que aquellos tirarían de los más tradicionales para hacerles entender que o adaptación o muerte. Y el servicio mejoró, y mejoró hasta la excelencia con la que desempeñan su trabajo mucho de ellos, probablemente la mayoría.

En España hay 70 mil licencias de taxi, y por lo visto hace muchos años que esta cifra no aumenta. Es un servicio público, aunque no se presta por funcionarios sino por miles de autónomos que curiosamente venden o heredan una licencia otorgada por un ayuntamiento. Esto no se entiende en una sociedad moderna. Sus tarifas están tasadas y los conductores tienen una formación y solvencia que se ajusta a unos códigos determinados.

Es obvio que si las cifras de licencias no aumentan, faltan taxis para ofrecer el mismo servicio a una población mucho mayor que antes. Podría parecer que esto solo beneficia a los taxistas, en absoluto al ciudadano.

Y entra la competencia con un modelo de negocio adaptado a la era tecnológica y basado en lo que puede necesitar el consumidor: cuánto le va a costar y a golpe de clic. El negocio no se basa en haber heredado o recomprado una licencia y tener que amortizarla a base de ser el único que ofrece el servicio, sino en saber lo que el cliente quiere y necesita y ofrecérselo.

En la actualidad hay 13 mil licencias VTC.

La norma estatal, el Real Decreto-Ley 13/2018, impone restricciones a los VTC a favor del taxi y establece, entre otras medidas, la habilitación a las comunidades autónomas para que, por delegación del Estado, otorguen las autorizaciones de arrendamiento de vehículos con conductor o conductora de ámbito nacional, para modificar las condiciones de explotación de este servicio.

En algunas regiones has sido expulsados, en Madrid se acaba de aprobar una regulación que les permite desarrollar su negocio bajo ciertas premisas, una de ellas es la formación y otra es la restricción de ser solicitados solo mediante APP. Las paradas y la mano alzada en la calle sigue siendo monopolio del taxi.

En Valencia se aprobó una Ordenanza de Movilidad que obliga a precontratar los VTC con una hora de antelación, mientras que el taxi puede ser accesible en cualquier momento y en cualquier lugar. Además obliga a sustituir, cuando toque, cada vehículo VTC por otro de Cero Emisiones. Nada respecto al taxi ¿Se puede ser más descarado?

En España existe la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), que desarrolla su actividad con autonomía orgánica y funcional y plena independencia del Gobierno, de las Administraciones Públicas y de los agentes del mercado, se somete a control parlamentario y está legitimada para impugnar los actos administrativos y normas no de ley que impidan o dificulten la competencia.

Recientemente la CNMC ha solicitado la supresión de artículos de esa Ordenanza del ayuntamiento de Valencia por entender que “la normativa impone una serie de requisitos a las VTC que la CNMC considera que afectan negativamente a la competencia entre los operadores de VTC y el taxi y que perjudica a los consumidores”. En cualquier caso, la norma estatal también contempla esta desventaja enfermiza entre unos y otros.

Veremos como termina esta lucha por la competencia, de momento la CNMC ha impugnado la Ordenanza porque los artículos no fueron suprimidos.

Percibo que hay un elemento que impregna toda esta normativa restrictiva a la competencia. Y es la falta de empatía con el ciudadano. No se acaba de ver que cada vez que dan ventaja a un operador respecto a otro están mermando la libertad del ciudadano a escoger con un criterio de calidad. Por alguna razón se rinden con facilidad a la presión que ejerce un operador tradicional, conservador, anclado en un modelo de negocio obsoleto (recordemos que la adquisición de licencias de taxi no es un método muy razonable).

Hoy en día encuentro que ambos prestan un buen servicio al ciudadano. De manera que cada vez elijo libremente como consumidora lo que en cada momento me venga mejor. Lo que no quiero ni debo consentir es que nadie elija por mí o expulse a un competidor amparándose en una situación de fuerza o privilegio. Si ha de salir del mercado que sea porque así lo decida el consumidor con sus decisiones.

Esos ayuntamientos y esos comentarios desafortunados del sector del taxi invitando abruptamente a que los VTC desaparezcan, ¿no deberían preguntar al usuario si queremos que desaparezcan?

Regúlese con justicia y con equidad, pero no mermen la competencia porque entonces privarán al consumidor de elegir qué servicio, cómo y cuando quiere contratar.

No me obliguen a volver a aquella carnicería donde el tirano se permitía jugar a las cartas con mi tiempo y mi dinero.


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