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DETERMINATOR

Si me paro a pensar, miro la palma de mi mano cerrada y levanto un dedo por cada amigo o amiga que tengo, dudo si me hace falta la otra mano o no.

Empiezo a contar pensando en los que siento más cerca, en el alma. Levanto el índice y ya me doy cuenta que este cuarto no es igual que los tres primeros, que con el quinto, el sexto y algunos más completaría la otra mano pero no, no es la misma intensidad. Pero da igual, ¡cómo les quiero!

Son ellos y ellas, unos antes y otros más tarde. Pero como la mayoría son chicas, hablaré en femenino plural. Todas diferentes, tremendamente distintas.

Qué bueno esas amigas que te ponen en perspectiva, que te orientan y te ubican en el punto exacto donde debes estar, el que saben que te conviene, desde donde la vida es un regalo, no un castigo.

Qué suerte tengo porque son la red de mi vida. Yo salto, me arriesgo y a veces caigo bien y otras no me estrello porque enredan sus brazos para cogerme al vuelo y evitar que me estampe.

Hace unos días quería ir a la Feria del Libro del Retiro de Madrid. Esta cita es un clásico con mi amiga la devoradora de libros, así que hablaré en femenino singular.

El asunto era llegar a eso de la una de la tarde, cotillear los puestos, comprar unos libros a ser posible firmados por el autor y después de tan ardua tarea, como mínimo agotadora bajo el chicharrero de Madrid, sentarnos en la hierba a la sombra centenaria del Retiro, comernos un bocata, café entre Palacios, heladito y vuelta a la faena.

Planazo donde los haya. Podíamos haber ido a lo cursi, a lo caro, a lo glamouroso, porque si queremos podemos, pero nos dio por ahí.

Y salió todo tal cual, un éxito de día. Pero porque es Ana, mi amiga Ana.

Además me ha dado permiso para publicar una fotillo, entusiasmada, porque nunca nadie le había dedicado un post en su vida, como si a los demás sí.

Les voy a decir 4 o 5 cosas sobre ella por si un día se la encuentran, para que la reconozcan.

Hará….porrón de años o más que la conozco.

Éramos compañeras de trabajo cuando fui testigo de una discusión encarnizada en la que Ana defendía a muerte a una amiga suya cuando otra compañera cuestionaba sus costumbres. La discusión comenzó cordial y tal cual terminó, porque Ana habla muy alto, nuestras conversaciones pueden escucharlas al otro lado de la ciudad, incluso en otro continente, pero nunca la oirán chillar.

Escuchando como leía la cartilla a aquella chica sin que se le moviera un pelo del flequillo, cómo defendía a su amiga cual Courtois la portería, recuerdo pensar ¡ojalá ser amiga de Ana alguna vez!

Y la vida me sonrió. El concepto de AMISTAD, lo aprendí de ella. A las amigas las puedes decir lo que piensas, pero las tienes que proteger, que defender, que levantar cuando se rompen y darles aire para que respiren hondo y echen de nuevo a andar.

Ana es una especie de “DETERMINATOR”. Es de un pueblo de León, no les digo más. Tonterías las justas, ñoñerías ni una.

Ana se ha hecho el Camino de Santiago sin ponerse una tirita. Sin entrenar, sin gastar las botas antes. En contra de todo lo que recomiendan. Porque así lo decidió y así lo hizo.

Ana se ha sacado una ingeniería mientras trabajaba ocho horas diarias, asignatura a asignatura. Porque se lo propuso y lo consiguió.

Una vez le intentaron atracar y fue el ladrón el que terminó pidiendo socorro. Menuda es!

Ana no falta nunca al compromiso con su madre que aunque apenas la reconoce, es verla y sonreír las dos.

Ana es fuerza, determinación, constancia. Es la personificación de sin prisa pero sin pausa.

Con Ana no te aburres nunca. Es jovial, divertida, sabe reírse de todo y con todos. Se apunta a un bombardeo. Lo hace todo fácil. He propuesto planes que ha aceptado sin terminar de oírlos. Necesitaría 20 manos para contar las divertidísimas anécdotas, desternillantes, que nos han hecho pasar tardes de gloria.

Ojo. Antes muerta que callada.

Esto es para vivirlo. Yo he llamado a Ana por teléfono a las 6 de la tarde para preguntarle por un libro y he colgado a las 7 y pico sin poder entonar la interrogación siquiera. Todo se lo dijo ella, a mi solo me daba tiempo a engolar un eehhh, ahhh mmm. Recuerdo haber pensado que en algún momento Ana respiraría y entonces yo… pero se conoce que no respiró.

La de veces que nos habrán mandado callar en museos y exposiciones, la de comidas que se le han quedado frías…la de pelos y señales que pone en todos sus relatos.

Aunque es de León, a veces vive en Marte. Sí, lejos de las redes, de este mundo nuevo que mueve la chavalada general, que es vertiginoso y marca la actualidad. Vive ajena a todo ello y cuando la conversación le descubre algún asunto candente, aprecias en su expresión como está volviendo de Marte al planeta Tierra, cómo se sorprende de cosas que ya están mascadas. Y tú le devuelves la mirada pensando ¿pero otra vez en Marte, Ana?

Quizá sea porque consume mucha literatura, porque sus intereses son concretos y selectivos o porque duerme como un tronco y el día no tiene tantas horas para prestar atención a lo que no necesita. Bueno, para eso ya estamos las amigas, para ponerla al día.

Esto da para mucha conversación pero también para muchas risas. Es demasiado expresiva para esconder lo que siente. Es un espectáculo, es un in crescendo, es un peliculón.

Y pasas un día estupendo con este personaje único. Y vuelves feliz a casa con la gratificante sensación de contar con alguien en la vida que siempre te la hace más agradable, más divertida, que le aporta un valor incalculable, que siempre te hace olvidar las preocupaciones y arrancar las risas locas que solo entienden las amigas que se conocen bien.

¡Cuántas tardes de paseo, de tiendas, de comidas y exposiciones!

¡Cuántas risas, cuántas conversaciones!

¡Ah no!. No estoy pensando en las que hemos vivido ya, sino en las que nos quedan por disfrutar.

Sea

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